Muerte en el arroyo
Si bien la ciudad ha avanzado en la canalización de arroyos, siguen siendo determinantes las medidas preventivas que adopten los ciudadanos para que no se sigan registrando situaciones tan dolorosas como la vivida el jueves en la carrera 21.
Triste, sin duda, el caso de la joven Luisa Osorio López, la estudiante de bachillerato que, cuando jugaba en un bordillo de la carrera 21, cayó al arroyo que circula por esta vía y murió ahogada. Unos vecinos trataron de ayudarla pero no pudieron evitar que las aguas arrastraran su cuerpo. Una funesta noticia para la ciudad, sus familiares, sus compañeros de estudio y los profesores de la institución pública donde estudiaba. Luisa, a sus 16 años, se convierte en otra víctima más de la ya larga lista de hombres y mujeres de esta ciudad que han perdido la vida en nuestros torrenciales arroyos.
Los arroyos, como sabemos, han sido un azote para Barranquilla. A mediados de los años 80 fueron objeto de estudio por parte de los expertos japoneses que vinieron a formular un plan integral de renovación urbana. Elaboraron una propuesta que pareció muy ambiciosa entonces para una ciudad que durante varias décadas no se ciñó a serios parámetros técnicos de planeación y creció en medio de un desorden tolerado por las autoridades municipales. Uno de los componentes del Plan de la Misión Japonesa, atinente a los arroyos, se estimó imposible por el tamaño de los recursos que implicaba movilizar.
Años después, durante la administración del alcalde Édgar George González se hicieron los estudios del Fondo Nacional de Desarrollo, Fonade, que recomendó, entre otras cosas, la canalización de los arroyos de La Paz (carrera 40) y el de la carrera 21, que, según el estudio de Fonade, tenía la particularidad de atravesar tres arterias: La Cordialidad, la Murillo y la 30. En el caso de la 30, el problema ya se había superado, años atrás, con la construcción del canal que recoge las aguas y las lleva hasta el Caño de la Auyama, y que fue construido en el gobierno del presidente Alfonso López Michelsen.
Llama la atención que cuando se reconstruyó el pavimento de la carrera 21 por parte de la Concesión Malla Vial, en la administración del alcalde Humberto Caiafa, ya se conocía el estudio de Fonade y se sabía que venía el Transmetro que transitaría por la Murillo. ¿Por qué no se priorizó en la canalización del arroyo de la 21? ¿Por qué se sigue aplazando esa solución? Esta canalización se requiere para evitar daños humanos irreparables y que el Transmetro tenga que suspender sus operaciones cuando el arroyo se crece.
Por supuesto, hay que reconocer y aplaudir los esfuerzos que se han hecho en la canalización de los arroyos de la 84 y la 79, y de los cauces naturales de los arroyos del Suroccidente. Los especialistas locales han expresado en varias oportunidades que el problema de la ciudad no está en los arroyos del Suroccidente, que circulan por sus cauces naturales, sino en los que corren veloces y temibles por las calles: son estos los que han acabado con la vida de un sinnúmero de personas.
Ahora, mientras la ciudad continúa avanzando en materia de canalización de arroyos, el Gobierno distrital debería implementar un plan de contingencia con medidas como instalar mallas que pudiesen servir a las personas en situaciones de emergencia, y alertas tempranas cuando empiece a llover. Pero seguirán siendo determinantes las prevenciones que adopten conscientemente los ciudadanos, como no desafiar los arroyos y esperar pacientemente en sus casas o lugares de trabajo hasta que las aguas bajen y dejen de constituir un peligro. Sería doloroso que siguiéramos lamentándonos de muertes como la de Luisa, que se va en la flor de la juventud y nos deja el corazón flagelado.
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