El Heraldo

Lo que va de Manzanera a las Farc

Gran indignación y molestia ha generado, en un amplio sector de la sociedad colombiana y de los medios de comunicación, la detención domiciliaria otorgada por un juez de Control de Garantías de Bogotá a Ernesto Manzanera, el joven piloto de Avianca implicado en un terrible accidente de tránsito en la capital de la República, que dejó, como fatídico saldo cuatro personas muertas, pertenecientes a una misma familia. Las circunstancias precisas de la tragedia se desconocen, debido a que, el hoy imputado por la Fiscalía abandonó la escena de los hechos y apenas varias horas después se entregó a las autoridades.

Es así como no hay certeza frente a la posible embriaguez de Manzanera y tampoco se sabe si efectivamente rebasó los límites de velocidad permitidos. Lo que resulta evidente es que hay varias vidas humanas malogradas y una familia de víctimas desgarrada por el dolor y la angustia. El piloto y los suyos también enfrenta días aciagos: un juicio penal tiene la facultad de desmembrar espíritus y resquebrajar voluntades.

Por lo general, la ley dista mucho del querer popular; pero, en el largo y tortuoso transcurrir del derecho se han estructurado garantías procesales inalienables, que implican un tratamiento adecuado para quien se encuentra encartado en un proceso penal. Tales prerrogativas diferencian la caverna de una sociedad democrática y civilizada.

En estricto derecho, Ernesto Manzanera ni siquiera tenía por qué ir a su casa, en detención domiciliaria; lo apropiado sería que enfrentara el juicio en libertad. La supuesta peligrosidad no podía ser la excusa para encarcelarlo, pues dicha condición debe valorarse frente a la posibilidad de reincidencia y no, como lo pretende la Fiscalía, respecto del hecho cometido. Hay que señalar también (es un error muy común) que la medida de aseguramiento no es una condena anticipada, sino una medida excepcional. Solo una sentencia condenatoria en firme destruye la presunción de inocencia de una persona.

Si las leyes y la justicia se aplicaran como la mayoría de la gente quiere, nuestro país estaría lleno de horcas, guillotinas, paredones de fusilamiento, campos de concentración, cámaras de gases y otros artilugios de la muerte propios del Medioevo o de países bajo el mando de regímenes dictatoriales. Mucha sangre ha derramado la humanidad para lograr la conquista de ciertos derechos fundamentales; hay que seguir esa senda, sin mirar jamás hacia atrás.

Colombia es un país complejo, sobre todo por  la forma de pensar de los colombianos. Si a Manzanera se lo quiere linchar sin fórmula de juicio, sin que se conozcan mayores detalles de lo ocurrido, no veo posible que el imaginario colectivo acepte ver a los miembros de las Farc haciendo política o simplemente sueltos de madrina por ahí, con todos los horrores cometidos por esa guerrilla.

Es sencillo: si Manzanera es responsable y estaba borracho, que caiga sobre él todo el peso de la ley y que se pudra en la cárcel, como debe ser. Si las Farc firman la paz con Santos, tienen el derecho a muchas cosas, entre ellas a hacer política. Se trata de una negociación y no de un sometimiento.
Las cosas son como son. Lástima que, para la gran mayoría de colombianos la única realidad posible es la que existe en sus cabezas.

La ñapa I: Elsa Noguera y Carlos Correa, alcaldes de Barranquilla y Montería, respectivamente, son motivo de orgullo para todos los colombianos, por su excelente desempeño. Barranquilla y Montería son ejemplos de desarrollo y sostenibilidad para el resto de ciudades del mundo. Tanto Noguera como Correa cosecharon lo que sus antecesores sembraron: Alejandro Char y Marcos Pineda iniciaron la transformación. La lucha debe seguir y el que ha sido bueno, debe repetir.

La ñapa II: El ascenso del general José Vicente Segura es un merecido reconocimiento para un oficial de la Policía que ha sido honesto, intachable y vertical en su lucha contra la criminalidad.

abdelaespriella@lawyersenterprise.com

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