De los mayores
La de mis abuelos paternos era una casa grande que parecía no acabar a los ojos y vacilantes pasos de la decena de nietos que la intentábamos recorrer cada tarde de vacaciones. Casa de esas que ya no se construyen, ofrecía a la ‘pelaera’ un sinfín de oportunidades para jugar al escondite y, de paso, preocupar a la abuela, menuda mujer que desde la escalera vigilaba que no fuéramos a meternos en donde no era. El juego duraba hasta que el timbre de la puerta y un inconfundible e irrepetible chiflido con poderes hipnóticos nos hacía brincar de donde fuere a recibir al abuelo que, vestido de blanco inmaculado de pies a cabeza, cargaba una bolsa de pan caliente que repartía de a uno y que olía a gloria. Ese pan vespertino sabía a felicidad.
Cuando ella no la usaba, la silla de ruedas de la abuela materna se convertía en el juguete más peleado. El largo corredor que atravesaba su casa pasaba a ser la furtiva pista de carreras en la que, como evidencia, quedaban los manchones que el caucho de las llantas dejaba en las paredes. Y cuando sus hijas querían corretear, chancleta en mano, a sus necios nietos, ella misma nos protegía. ¿Qué tanto era una mancha si los ‘pelaos’ están contentos? Fin de la discusión. De voz calmada y bellos ojos a pesar de las enormes gafas, mi abuela nos cambiaba la silla de ruedas por jugar a las cartas o escucharle los cuentos de una ingrata calandria (hace poco me vine a enterar que era un ave), narrados en jerigonza que ella, nos decía, había aprendido soñando. En esos sueños seguro iba de la mano del abuelo, del que recuerdo era un tipo altísimo que llegaba casi al techo y que caminaba despacito, como pidiéndole permiso a las piernas. El abuelo se me fue cuando yo era muy niño, pero mi mamá aún me dice que me le parezco. Como cuando me lo dice sonríe, le creo.
La bendecida combinación de ser niño y ser nieto labra personalidades mientras va llenando la alcancía de los recuerdos. Abuelos que crían y malcrían, y más en nuestro entorno social, han forjado generaciones enteras que, más temprano que tarde en el almanaque, recibiremos el llamado a repetir el círculo. Los tiempos en que nos movemos, cargados de vértigo y angustia, no ayudan mucho. Los hijos salen más rápido y temprano de casa a recorrer sus propios, y a veces, lejanos caminos. Las casas de mis abuelos le dieron paso a edificios. Los primos cruzaron el mar. Los hermanos también. El pan ya no huele. La silla de ruedas ya no mancha. La ingrata calandria escapó.
En estos días santos, en los que la tradición nos llama a ir más despacio para honrar el sacrificio, valga la oportunidad para igualmente honrar a los mayores, para recordarlos y agradecerles la paciencia, para contarles a su vez a nuestros hijos que una vez sus padres también fueron nietos. Sacar el rato para recorrer la vieja cuadra, sentarse en el bordillo, hurgar en los álbumes de fotos amarillentos. Darse tiempo para recordar que todos somos efímeros, y que el vuelo que emprendimos cuando nos tocaba terminará por acabarse. Al final todo pasa, pero el recuerdo, como el amor de los abuelos, es eterno.
Y en su nombre voy a llenar de panes una bolsa enorme.
asf1904@yahoo.com
@alfredosabbagh
Más Columnas de Opinión
¡Afinia nos tiene locos¡
Uno de los problemas más grandes que está afectado a los habitantes de la región caribe es el alto costo de los servicios públicos domiciliarios especialmente el servicio de energía. Desde hace muchos años la costa caribe ha recibido un serv
La Salud entre líos
Aunque los profesionales de la salud, tengamos como principios fundamentales, el de proporcionar nuestros conocimientos, voluntad, deseos, y en general permanecemos con todas nuestras fuerzas, puestas al servicio de las comunidades y personas, de
¿Qué hacer con las tarifas de energía en la región Caribe?
Las altas tarifas de la energía en el Caribe son un problema social. La afirmación de que mes a mes cientos de miles de familias comen o pagan la luz no es lejana de la realidad. El recibo se puede llevar la cuarta parte de los ingresos de las f
La Bestia – El temor a amar
La última película del aclamado director Bertrand Bonello (Saint Lorent, Nocturama) incursiona en el género de ciencia ficción mientras explora las complejas relaciones de pareja a través de un romance que trasciende distintas épocas histór